Choripan y empanadas sin gluten de la mano de un argentino en Ohio
Creo que no hay discusión si digo que el choripan es argentino, ¿no? Por ende, si les contara sobre un restaurante que vende choripanes aptos para celíacos, ustedes pensarían que está en nuestro país -y ya me estarían lloviendo mensajes para pedirme la dirección-.
Bueno, piensen de nuevo…
“Choripan argentine grill” es el local que Joel Linik abrió en octubre del 2019 en la ciudad de Columbus en Ohio, Estados Unidos.
Joel nació en Argentina pero vive en Norteamérica hace 22 años. “No soy celíaco”, aclara apenas comenzada la charla y como pie para explicar su filosofía alimenticia: “Hace 12 años dejé de comer gluten y cambié mi dieta totalmente. Tenía algunos temas de salud y descubrí a un médico que hace medicina alternativa y me introdujo en la vida paleo. Dejé pizzas, pastas, fue todo un cambio. No solo no como gluten, tampoco harinas, legumbres, nada de soja. Actualmente soy 80% carnívoro”.
Así que unió su dieta, su pasión por la cocina -es Chef Profesional- y su argentinidad, y puso su propio negocio. “Siendo argentino y sabiendo que a la gente le gusta comer cosas étnicas, me pareció que este era el camino”.
La carta de “Choripan argentine grill” ofrece choripanes, milanesas, lomitos, empanadas (de carne, de champiñones, ¡de chorizo!, entre otras), chimichurri, salsa criolla y todo otro montón de platos que encontraríamos en cualquier parrilla porteña.
Todo -¡literal!- es hecho “from scratch”, como repite Joel; desde cero. “Al carnicero le di las proporciones de carne que quiero y los chorizos los hago yo, así como los condimentos, el bacon, las masas de empanadas, el pan. Todo es a base de harina de tapioca (mandioca). Las recetas me llevaron un buen tiempo pero funcionan bárbaro”. Claro, su paso de algunos años por la carrera de Química en la UBA, donde conoció a su esposa, le suman a la hora de la experimentación. “La cocina es el laboratorio más lindo”, asegura.
El local es 100% libre de gluten para tranquilidad de los clientes celíacos. Es más: Joel colocó un cartel pidiendo que nadie ingrese con otros alimentos para evitar la contaminación cruzada. “Hay gente que viene y no lo puede creer”, me cuenta por teléfono mientras no percibe que esta celíaca casi casi llora de la emoción.
Nos queda lejos, lo sé. Pero pensar que alguien en este momento está disfrutando de un choripan libre de gluten -incluso, tal vez, probando un choripan por primera vez-, da una sana envidia, de esa que se asemeja más a la alegría del manjar compartido que al celo por la imposibilidad propia.
Yo igual lo marco en el mapa. No pierdo la esperanza de alguna vez conocerlo.