Pasé hambre. Sentada en mi departamento en la Ciudad de Buenos Aires, escribiendo en mi notebook mientras miro mi tele vaya una a saber de cuántas pulgadas, estoy en condiciones de confirmarles que pasé HAMBRE.

Cuando la gastroenteróloga me advirtió que se me iba a complicar un poco la vida social y me aconsejó que estuviera siempre “stockeda” de comida, nunca me dijo que iba a tener hambre. Sabía que me iba a tener que acostumbrar a un montón de cosas, que iba a tener que aprender a reemplazar comidas, que iba a tener que aprender a cocinar –ya ahondaré en esta cuestión-. Pero nadie me dijo NUNCA que iba a pasar hambre.

Imagínense la siguiente situación:

En mi vida pre-celíaca (o A.C., Antes de la Celiaquía, como la llamaré) yo salía del programa de radio en el que trabajaba a las 9 de la mañana y me comía, como mínimo, 3 medialunas. ¡Alabado sea el canje de los medios! Yo me encontraba cada semana con docenas de facturas ahí, gratis, llamándome. La varita mágica que le dio a Angelina Jolie esos labios y a Whitney Houston esa voz (QEPD), me dio a mí el beneficio de no engordar. Mido 1,64 y peso 55 kilos aún comiendo bananas con dulce de leche día por medio.

Pero volviendo a las medialunas. Piensen que esos días que yo iba a la radio estaba despierta desde las 5.30 de la mañana. Y créanme cuando les digo que a las 9 ya podía comerme un Cuarto de Libra. Post diagnóstico (o D.C, Después de la Celiaquía) salía a las 9 con el mismo nivel de hambre y tenía en la cartera –si tuve la lucidez de acordarme de agarrarla a las 5.30 de la mañana con los niveles de despabilamiento que podía llegar a tener- un Chocoarroz. UN CHO CO A RROZ.

Les propongo una cosa. Pongan en este momento las manitos como si fueran las bandejitas de una balanza. ¿Ya está? Ahora imaginen que de un lado tienen las 3 medialunas y del otro, un Chocoarroz. ¿Qué pesa más? No, no el peso literal. El peso emocional. ¡Vamos! ¡Ningún Chocoarroz te puede dar la satisfacción que te dan TRES MEDIALUNAS! Aunque sean las medialunas más feas que probaste en tu vida. Aunque sean las medialunas recién sacadas del horno de la panadería que tiene ratas en su cocina. Dejemos de lado lo emocional. Ya nos ocuparemos de eso. ¡¿Quién en su sano juicio y con un estómago normal se satisface con un Chocoarroz?! ¡¿EH?!

Hambre. Las primeras semanas de celiaquía pasé hambre. Y eso nunca nadie me lo advirtió. ¡Que me devuelvan el dinero (y las medialunas)!