No sé cuándo fue la primera vez que escuché la palabra “celíaco” pero tengo la plena conciencia de que en cuanto me enteré lo que significaba -con los clásicos errores de concepto iniciales-, lo primero que pensé fue “me muero si soy celíaca”. Seguramente siendo este el primer posteo de este ¿proyecto?, deba aclarar que el melodrama es lo mío. Es mucho más divertido, valga la contradicción.

Decía que la muerte para mí era una opción válida si un día me decían que no iba a poder comer más harinas. Porque, claro, es lo que todos lo que no sabemos qué es la celiaquía pensamos. (No les voy a explicar la condición porque sería un embole; les doy unos minutos para googlear y volver).

………
………
………

Bien. La simple idea de no poder comer más harinas me parecía impensable. Hola, soy celíaca, y la simple idea de no poder comer más harinas ME SIGUE RESULTANDO impensable.

Me diagnosticaron celiaquía el 5 de mayo de 2015. Oh, sí, soy la persona a la que le diagnosticaron celiaquía en el Día del Celíaco. Alguien que me de un premio, una plaqueta conmemorativa o algo, ¿no? Desde aquel 5 de mayo cambié mi forma de comer, comprar y comportarme. Soy una montaña rusa de emociones -más que antes, y ya es mucho decir- y tuve que aprender a poner cara de póker cada vez que alguien me dice “…pero ahora hay un montón de cosas para celíacos, ¿no?”. Bueno, o al menos intento la cara de póker, algunas veces con más éxito que otras.

Cuánta presión que siento escribiendo éste, el primer posteo de Sintaccto. Es la primera vez que tengo un blog y es la primera vez que dejaré por escrito lo que vengo transitando desde ese 5 de mayo fatídico (si me toman literal la van a pasar mal, ya están avisados). Me angustié mucho cuando me diagnosticaron pero dentro de esa angustia siempre el humor y la victimización desde la exageración absoluta me sacaron una sonrisa en algún momento. Así que acá estará todo eso: algo de humor (espero), algo de angustia (seguro), algo de catarsis (bueno, mucho). ¡Que lo disfruten!