Una vez más Clint Eastwood elige un hecho real para contarnos la historia de un héroe. Después de la fácilmente olvidable “15:17 Tren a París”, donde narraba el actuar de tres jóvenes estadounidenses durante un atentado en 2015, se traslada a los Juegos Olímpicos de 1996 en Atlanta, donde un guardia de seguridad detecta anticipadamente una bomba que luego explotaría matando a dos personas. Sin la intervención de Richard Jewell (interpretado de manera formidable por Paul Walter Hauser) , habrían sido muchas más las víctimas, lo que lo convierte en un fenómeno de la noche a la mañana.

Pero luego de la construcción mediática del salvador de América, la investigación policial comienza a girar en torno a él, un hombre que vive con su madre (Kathy Bates) y cuya personalidad, algo aniñada y obsesiva de las fuerzas de seguridad, no pasa desapercibida y lo convierte en el sospechoso perfecto.

Además de tener una narración absolutamente atrapante y actuaciones memorables (la de Sam Rockwell como su abogado es destacable pero también suman Jon Hamm como el investigador obsesionado con el ‘perejil’ y Olivia Wilde como la periodista desesperada por la primicia cueste lo que cueste), “El caso de Richard Jewell” resulta ser también una película indignante, crítica de un sistema que idolatra y destruye con la misma intensidad pero que deja un sentimiento de ilusión de que no todo está perdido.